Una cálida noche de
verano, luces y sombras en la gran ciudad, pasean cogidos de la mano. Grandes
ilusiones en el corazón y en el fondo del alma una gran esperanza. Una banal
conversación sobre cualquier tema; cena en una céntrica cafetería mientras se
dirigen dulces miradas a los ojos, ternura y complicidad. A la salida, la coge
por encima del hombro y la estrecha contra él. Sube la tensión, presiente que
se acerca el momento soñado por ella.
Cuando llegan al cine,
se siente como siempre, tratada como una reina, es todo cortesía, aunque su
aspecto sea un poco áspero, es el caballero mejor educado del mundo. Al
comenzar la película, como de costumbre, se toman de la mano, no hay nada
extraño en esa actitud, tantas y tantas veces
han hecho lo mismo. Llevan mucho tiempo saliendo de noche a ver
espectáculos, bien en cines de estreno o a teatros y siempre es igual. Al
terminar la función, salen muy despacio, sin prisa y se encaminan a casa de
ella dando un largo paseo. No tiene importancia que al día siguiente haya que
trabajar, están tan cómodos los dos juntos, se entienden muy bien, se puede
decir que los dos son felices, por lo menos ella así lo siente. Estar a su lado
es lo único que desea cada día y sobre todo espera ansiosa el día de la salida
nocturna ya que a pesar de verse a diario, esa noche era siempre diferente,
cálida y esperanzadora.
Aquella noche fue especial, si, muy especial. Él suelta la mano derecha
de ella y le echa su brazo izquierdo por encima del hombro, con su mano derecha
coge la de ella y se la acaricia lentamente. Muy lentamente comienza a irse
arrimando a ella, juntando sus caras y apretándola contra él. Así pasan unos
cuantos minutos, de pronto la busca sus labios y deposita en ellos un suave
beso el cual la hace estremecerse por entero, pues nunca la había besado de
aquella forma. Al momento se repite la operación, esta vez más intenso y más
continuo. Se puede decir que no los despegaron hasta el final de la película.
Ella se sintió por primera vez en su vida, la mujer más feliz del mundo. Por
fin había llegado el momento tan deseado; llevaban casi tres años haciendo
estas salidas y viéndose a diario dando grandes paseos.
A la salida de la sala, un silencio denso, demasiado denso, nuevamente
cogidos de la mano comienzan el camino de regreso a casa. Ella iba flotando, no
se atrevía a hablar para no estropear un momento que parecía mágico, solo lo
miraba y sonreía llena de felicidad. De pronto él rompe el silencio y lo que
menos podía suponer ella fueron las palabras que salieron de la maravillosa
boca que acababa de besarla tan intensamente y las que jamás podría olvidar.
-Quiero pedirte perdón, perdóname, por favor perdóname-
No te entiendo, ¿qué te tengo que perdonar?
-El haberme dejado llevar por un instinto animal, el haberte besado como
lo he hecho, me he portado como una bestia-
-No digas eso, no hay nada que perdonar, ¿acaso no lo deseabas? yo
llevaba mucho tiempo esperándolo, hacía mucho tiempo que deseaba que
sucediese.-
-Te repito que me perdones, esto no puede ser. Es imposible, no debemos
continuar-
-No me digas eso por favor, yo te quiero, te quiero de verdad y quiero
que sigamos juntos para siempre.-
-No puede ser, no puede ser, hay que dejarlo, antes de que las cosas
vayan más lejos-
-Pero ¿porque hay que dejarlo? no entiendo nada-
-No me preguntes más pero no puede ser-
Ella sin más, desesperada comenzó a llorar. No podía creer lo que estaba
pasando ¿cómo era posible? en poco rato había pasado de ser la mujer más feliz
del mundo a la más desgraciada. Siguieron caminando, él cogiéndola por encima
del hombro como tantas y tantas veces había hecho, la apretaba contra él
diciéndole. Por favor no llores, no llores más que me destrozas el alma, pero
debes de comprender que no puede ser. Ahogada en llanto y sin poder articular
palabra llegaron hasta la casa. ¡El camino más duro que nunca habían hecho!
Antes de abrir el portal, la volvió a pedir perdón. Ella que lo adoraba, le
dijo que lo perdonaba pero que seguía sin entender lo que pasaba.
Ahora, por favor no llores más que si te ven así, ¿qué van a pensar de
mí? y se podría armar alguna gorda. Por favor que esto quede entre nosotros.
No te preocupes que nadie se va a enterar.
Después de acariciarla la cara y las manos, se despidieron dándose un
beso de los que siempre se habían dado.
Tardaron bastante tiempo en volver a verse, no se llamaban ni salían y ya
nada nunca volvió a ser igual, pero las veces que se vieron, antes de que él se
fuese con su querida montaña para siempre, sus corazones latían a toda máquina
y sus ojos nunca dejaron de mirarse con la misma dulzura de siempre. En el
fondo nunca dejaron de quererse. Ella siempre pensó que si no hubiesen existido
unos lazos familiares profundos, ese gran amor habría prosperado para siempre.
Ella después de muchos años de los hechos, jamás pudo olvidar sus ojos,
su bella sonrisa y sobre todo aquellos maravillosos besos.
PILAR MORENO
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