martes, 25 de noviembre de 2014

EL CUADRO MISTERIOSO

En aquel salón siempre hubo un cuadro que jamás me gustó, por más que lo miraba, siempre pensaba lo mismo ¿Qué hace aquí esta cosa tan horrible? Pero claro está cuando seguía en el mismo sitio cada vez que me presentaba en esa casa es que a los dueños debía gustarles. Era una especie de pintura abstracta pero con formas, es decir, la verdad es que no sé cómo explicarlo, una especie de monstruo en el que se dibujaban como varias cabezas pero no nítidas, algo parecido a extremidades pero que por más que lo mirases y remirases, tampoco eran propiamente dichas extremidades, borrones podían ser alargados, redondos, cuerpos rechonchos ¡ay Dios! Que querría decir aquello. Yo desde luego jamás lo hubiese colgado en mi casa. Muchas veces en lo que me dejaban solo en aquella estancia, me acerqué para desde cerca verlo mejor, poder observarlo y tratar de descifrar lo que significaba, pero nada de nada. Cuanto más te acercabas, más feo parecía incluso daba repelús. Tengo que decir, que en general aquella casa era un poco lúgubre, también sus habitantes, un matrimonio ya mayor que creo que recelaban de quien se acercaba a ellos, aunque conmigo eran muy amables y siempre me ofrecían un café con algún dulce cuando llegaba y la conversación que me daban era agradable, se veía que estaban muy solos y por todos los medios trataban de entretenerme todo lo posible. He olvidado decir que yo era el administrador de la finca y a lo que iba todos los meses a esa casa era a cobrar los recibos de la comunidad ya que ellos se habían negado en rotundo a que se les pasase por banco y como la oficina no me quedaba lejos, decidí hacerles ese favor e ir a cobrarles personalmente. Me llamaba mucho la atención que cada vez que iban a buscar el dinero, salían los dos juntos del salón, siempre se repetía lo mismo. Era entonces cuando yo aprovechaba para otra vez examinar el dichoso cuadro, que incluso fuera ya de la casa, seguía pensando en él, siempre me decía lo mismo, que feo, que feo, creo que lo llegue a tener miedo, si miedo, esa noche cuando me acostaba, seguía viéndolo hasta que el sueño me vencía. Aquel día, uno de tantos, salieron del salón los dos ancianos y sin más pensarlo, decidí que tenía que descubrir que aquel cuadro ocultaba algo. Me levante de un salto y me dirigí a la pared en donde estaba colgado, osado de mí, me atreví a tocarlo, pasé la mano por toda su superficie y oh… sorpresa, descubrí dos pequeños agujeros en uno de lo que parecían cabezas, eran muy pequeños y claro a la vista no se percibían pues la pintura tenía relieves. Presto y raudo, levanté el cuadro y fue cuando descubrí el misterio. Desde la otra habitación, unos ojos me miraban como si fuese a robar una fortuna. No sé cuál de los dos ancianos sería el vigilante pero lo que sí está claro es que uno de ellos observaba todos los movimientos que yo pudiese hacer en el salón en lo que ellos estaban ausentes. PILAR MORENO 18 Noviembre 2014

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