martes, 19 de mayo de 2020

UN CONFINAMIENTO ANTIGUO




      Allá por el año 1936 en sus principios, todo estaba muy revuelto, había muchos comentarios de que, si podía estallar una guerra civil, pero muchos pensaban que era un bulo, que aquello no podría llegar, llevaban ya unos cuantos años que las cosas no marchaban bien, pero, no sería para tanto. Bien pues eso mismo me está recordando a los tiempos que estamos viviendo, desde que estamos confinados, ahora que tenemos a nuestro alcance, a través de las redes sociales, mucha información, hay personas que a todo te dicen, eso es un bulo. Pues entonces no lo fue.
       Mi relato es sobre una familia que tenían como negocio, una tienda de ultramarinos, situada en un céntrico barrio de Madrid, entre la plaza de Santo Domingo y la plaza del Senado o de Isabel la Católica, creo que ese era el nombre.
       Como se había pronosticado, el 18 de julio, estalla la guerra civil. Tenía esta familia su vivienda en la calle de Fomento y justo debajo de su casa instalan una Checa, a la cual llevaban a todas las personas que detenían, unas con razón y otras sin ella, pero en la cual, se torturaba y maltrataba a la gente hasta que los llevaban a fusilar si es que antes no los habían matado de alguna paliza.
       Aquella familia, no pudo resistir tal situación, además del miedo que suponía estar justo encima de aquel terrorífico sitio. También de los bombardeos que había por aquel entonces. Decidieron evacuarse de aquel piso y se cobijaron en la tienda de ultramarinos. En la parte superior de la misma, había un cuarto alargado que servía de almacén y allí colocaron sus enseres y colchones en donde dormía el matrimonio con sus seis hijos. En la trastienda, había una taza de water con su puerta y un poco mas lejos una pila grande en donde se podían asear y a su vez servía para el servicio de cocina que allí mismo habían montado.
       Cuando sonaban las sirenas anunciando los bombardeos, corrían hacia la cueva a resguardarse y alojaban también a los vecinos que lo deseaban y que vivían en aquel mismo edificio. La cueva era toda de piedra y eso les daba una seguridad de salir ilesos.
       Así se mantuvieron hasta que en 1939 llegó el fin de la contienda.
       Después no volvieron a lo que había sido su hogar, se mudaron a la calle de Leganitos, también en el mismo barrio, justo a la espalda de Torija que es donde estaba la tienda de ultramarinos.
       Es un hecho real como la vida misma, es la historia de mis abuelos paternos.

                            PILAR MORENO  19 mayo 2020


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