Si
cuarenta y tres días son los que llevo confinada en mi casa, no me quejo se que
es por mi bien y el de toda la sociedad que me rodea. La única pega que pongo
es no poder hacer las compras a las que estoy acostumbrada, a mi me gusta
escoger lo que compro, ver las piezas de carne, así como el pescado que me voy
a llevar a la boca, no todo me vale y ahora tengo que conformarme con lo que
cuando hago el pedido me traen a casa.
Pienso
muchas veces que aún con todo lo que está pasando soy una privilegiada pues me
puedo permitir el lujo de solicitar a los comercios en los que siempre he
comprado, que me acerquen lo que les solicito y siempre es bueno ya que conocen
mis gustos y si les pido el favor de que me raigan alguna cosa que no sea de su
establecimiento, no tienen ningún problema en hacerlo.
Esto
no es una guerra, pero para el caso es lo mismo, aunque aquí no sabemos porque
flanco nos va a atacar el enemigo, es invisible y traidor, pero por otro lado
nos permite que haya gente buena velando por nosotros, sobre todo los mayores,
cosa que en otras guerras no es posible.
Espero
que pronto este gobierno piense que los mayores también tenemos necesidades de
salir, tenemos dolencias que lo hacen imprescindible. Llevamos mucho tiempo
escuchando a nuestros médicos decirnos que tenemos que tomar mucha agua, y
andar mucho, eso nos va muy bien a los que tenemos la tensión un poco alta y
también para los que sufrimos diabetes ¿ahora que, ya no lo necesitamos, de la
noche a la mañana esos consejos ya no sirven?
Cuando
los niños salgan a la calle será algo extraño para ellos, sobre todo los más
pequeños y cuando los padres que los acompañen les digan que no pueden
acercarse a los columpios, toboganes y demás aparatos de juegos, se revelarán y
pensarán que mejor estaban en casa con sus juguetes favoritos.
Solo
Dios sabe a donde nos va a llevar todo esto.
PILAR
MORENO 24 abril 2020
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