Durante
el confinamiento y por aquello de entretenerme en algo, me dediqué a comprar
cosas a través de internet. Que cosas tan monas y económicas había adquirido,
según las recibía, me las probaba, las planchaba y las colgaba en el armario a
la espera de poder salir y estrenarlas, sería la envidia de mis amigas, había
renovado el vestuario, ah que satisfacción sentía.
Iban
pasando los días y el encierro seguía y yo cada día escrutaba el armario
diciendo para mis adentros, que tonta eres, te has gastado el dinero y no lo
vas a poder estrenar. Convéncete, esto va para largo, no hagas planes que puede
que cuando te lo vayas a poner no entre tan siquiera en tu cuerpo. Ya estaba
más que harta.
Llegó
el domingo de Ramos y siguiendo la tradición, todos los años estrenaba algo
para no quedarme sin manos. Entonces pensé, si no estreno nada… encima de
confinada manca, pues va a ser que no.
Sin
pensarlo dos veces, me puse manos a la obra, me maquille correctamente como a
mi me gusta cuando tengo algún evento. Abrí el armario y comencé a buscar, este
va bien con esto, este también combina con esta chaqueta, decidido pues este,
además también puedo estrenar los zapatos de tacón de aguja y el bolso que
hacen juego. Me vestí delante del espejo, dándome yo sola los parabienes. Estás
guapa chica, te sienta bien y además estás elegante. Cerré el armario y ale a
la calle, toda de estreno. Que nervios llevaba.
Al
salir al portal, me encuentro con el vecino más inmediato, un hombre de mediana
edad que llegaba de la calle. Me saludó atentamente como hace siempre y se me
quedó mirando con admiración, entonces me dijo:
-Perdone
vecina que me meta en sus cosas, pero como va usted tan elegante en pleno
confinamiento, la pueden detener si los agentes la ven así en la calle.
-No
se preocupe hombre de Dios, salgo por primera vez después de un mes y solo voy
a tirar la basura.
PILAR
MORENO 22 marzo 2020
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