Paseaba
con la elegancia que siempre había tenido. A pesar de sus años conservaba el
aire señorial de los buenos tiempos. Los tiempos en que se había permitido
tantas y tantas cosas. De buena familia, había heredado una gran fortuna a la muerte
de sus progenitores, nunca tuvo hermanos
y dejándose aconsejar por los “amigos que bien la querían”, se dedicó a
despilfarrar el dinero que pensó nunca se le terminaría. Rodeada de lujos y de
sirvientes, se permitía viajar sin cesar, nunca le faltaba una buena compañía a
la que claro está le pagaba todo para no verse sola.
Los
tiempos estaban cambiando, la vida fue encareciéndose pero ella seguía su
ritmo, hasta que llegó el día en que tuvo que enfrentarse a la cruda realidad.
Su administrador, aunque le había advertido muchas veces lo que estaba pasando,
en esta ocasión le dio un ultimátum. Debía adaptarse a vivir de otra forma o en
poco tiempo se vería mendigando hasta para comer. Aquella inmensa fortuna, se
había debilitado de tal forma, que había de prescindir de todo aquello que no
fuese necesario para subsistir. Podría seguir viviendo en la misma casa, pero
con tan solo una criada y por supuesto las grandes fiestas, comidas y viajes
estaban finiquitados. Para ella no fue nada agradable afrontar la cruda
realidad pero no le quedó más remedio que aceptarlo. Seguiría viviendo en la
calle Goya en donde había nacido y alegando que no se encontraba bien de salud
y se hacía mayor, el carácter le había cambiado y ya no tenía ganas de jarana.
Todo ello de cara a la galería para evitar que nadie supiese su infernal
situación económica.
En la
calle de Serrano, muy cerca de donde vivía, había una zapatería la cual para
ella había sido uno de sus lugares de despilfarro. Paseando por delante de
ella, vio que al fondo de la tienda, habían colocado una vitrina con varios
pares de zapatos, que ella desde la calle no alcanzaba a divisar. Siendo tan
conocida en aquel lugar, entró y se dirigió directamente a la vitrina. Después
de saludarla con el boato que siempre lo hacían los empleados, no dudaron en
enseñarle y dejar que se probase aquellos zapatos que la habían deslumbrado.
Eran unos zapatos “ROJOS Y DE UN TACÓN DE
CASI 20 CM.”. Preguntó el precio, el dependiente muy amable le respondió
pasados unos segundos, con el descuento que a usted siempre se le hace, se
quedarían en 2000 €. Se quedó atónita, pues aunque siempre había sido una
zapatería muy cara, aquello se pasaba de lo habitual y así se lo hizo saber al
dependiente. –Sí pero es que estos zapatos son unos “MANOLOS”, téngalo en cuenta, son exclusivos y es la primera vez que
los tenemos a la venta.-
Salió
de la tienda muy pensativa, sabía que no los podría conseguir pues su situación
no se lo permitía. Esperó a que cerrase todo el comercio y cuando ya estaba todo
tranquilo, volvió a acercarse al escaparate, observó que dentro del local sólo
estaba el dependiente que la había atendido. Lo hizo una seña y el hombre
acudió a la puerta creyendo que al fin se los iba a llevar. Así fue se los
probó, hizo que se los envolviese y cuando abrió el bolso para pagarlos, sacó
un cuchillo y se lo clavó al pobre hombre en el corazón.
PILAR
MORENO 16-4-2013
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