Aquella llamada de teléfono había confirmado lo que ya sabía. Sin
pensárselo dos veces, cogió las llaves y el bolso y salió de casa con lo puesto.
Arrancó su coche y puso rumbo desconocido.
Inmersa en sus pensamientos lloró
sin consuelo. Sin saber cómo se incorporó a la autopista. Pisó el pedal del acelerador casi sin darse cuenta,
¡no sabía hacia donde se dirigía! De pronto
un panel anunciador en la carretera. Puso el intermitente y se metió en
el carril correspondiente dirección a Zaragoza.
Llegando a Calatayud, se dio cuenta de que era ya mucho tiempo el que
llevaba al volante, paró, tomó un café y buscó con celeridad un baño. Sus ojos hinchados no dejaban ver la belleza de su
expresión. Volvió al coche y puso entonces rumbo al Pilar de Zaragoza; rezar a
la virgen podría servirle de alivio. Sentada
en un banco sintió como su rostro se
envolvía en la ceguera más terrible, el llanto se apoderó de ella nuevamente y
con la cara entre las manos, lloró amargamente. ¿Cómo le podría haber ocurrido a
ella eso? Pasó frente a su Virgen largo rato y cuando comprendió que se le
había pasado el llanto, fue a por una vela y la colocó en el camarín de la
Virgen.
Se encaminó a un restaurante. Estaba mucho más tranquila y tenía hambre. Una vez que el maître se le acercó, pidió dos
platos, postre y para acompañar una copa
de buen vino.
Se hizo una reflexión, no he de sufrir más por él. A partir de hoy mismo
seré una nueva mujer, llevo tiempo pensando que debía cambiar, pues esta es la
oportunidad.
Carretera adelante, sin parar. Vio una indicación Andorra a 300 km., esta
noche ese será mi destino. Al llegar, buscó alojamiento. Un buen hotel por
supuesto, pero, cuando ya estaba en la habitación dispuesta a darse una buena
ducha, se percató de que había salido de casa con lo puesto. Un pantalón negro,
blusa blanca y chaqueta negra. Preguntó
donde podría comprar algo de ropa. Le indicaron un cercano comercio en el que
pudo adquirir lo que por el momento necesitaba. Lo primero ropa interior. En
principio lo que la señorita le ofrecía, le parecía un poco atrevido pero,
pensó, si quieres ser nueva mujer, comienza desde dentro. Escogió varios
modelos de braga y sujetador de lo más sugerente. Después tres modelitos
también modernos, la dependienta le hacía ver de muy buen ver. Salió de la
tienda con las pilas muy cargadas. Subió a su habitación en el hotel y después
de darse la ducha, se probó todo lo que había adquirido y mirándose en el
espejo, se dijo, Patricia, ahora sí que has cambiado.
Unas cuantas veces le vino a la cabeza Jacinto, pero se dijo entre
dientes “que lo den por el culo” ahora me toca a mí disfrutar. Por la mañana, bajó a desayunar, lenta,
tranquila, sosegada y casi haciendo el paseíllo, se encontraba de lo más atractivo con aquel
cambio. Escogió una mesa, dejó la llave de la habitación y se dirigió al bufete
para escoger lo que iba a tomar. Puso en su plato algo de embutido, un variado de frutas y
cereales con café. Mientras desayunaba pensaba que rumbo habría de tomar su
vida. Daría un buen paseo por la ciudad y haría otra tanda de compras, tenía
que hacerse con un buen vestuario, Recogió de la habitación el bolso y salió
del hotel. Se dirigió a la calle en
donde más tiendas de ropas había, calzado, bolsos etc. Compraba de todo. Ella
sola y sin nadie que le reprochase lo que había gastado. Estaba machacando la
tarjeta sin tener que dar cuentas. Lo mejor que había hecho; Hacía ya años, que
su familia le había aconsejado hacer una separación de bienes y aunque a
Jacinto, su marido, le costó un buen disgusto, al final accedió. Ahora se sentía
satisfecha y se daba cuenta de que su familia estaba en lo cierto. Había
heredado de sus padres una pequeña fortuna y ahora sabía que solo ella podía
tocarla de lo cual se alegraba un montón. De no haberlo hecho, que podría pasar de ahora en adelante.
Volvió al hotel, se aseó un poco y bajó al comedor. Después del almuerzo,
se retiró a descansar un poco antes de volver a salir Se tiró en la cama y allí estuvo un buen rato,
pensaba y pensaba, no podía creer lo que estaba sucediendo en su vida en esos
momentos, pero... hasta se sentía feliz. Era muy posible que en su casa la
estuviesen buscando por todas partes e incluso hubiesen dado parte a la
policía. Ya era tarde. No pensaba dar señales de vida en mucho tiempo y eso si
las volvía a dar. Había sufrido tanto durante años. Si alguien tiene que sufrir
a partir de ahora que sea ese cabrón. Al despertarse se probó todo lo que había
comprado. Se encontraba espectacular y así se lo decía ella misma. Ahora lo que
necesito es comprar unas maletas para poder transportar todo esto. También se
preocupó de comprar toda clase de artículos de perfumería, desodorante, lápiz
de labios, maquillaje, sombras de ojos. No quería que en el neceser faltase el
más mínimo detalle. Se había hecho ya tarde y se encontraba cansada, tenía 63
años y mucha marcha, pero, el cuerpo ya
se resistía a ciertos trajines.
Bajó a cenar, se sentó en la mesa que había escogido desde el día
anterior, estaba bien situada, podía observar todo lo que pasaba en el comedor
y a ella, le servía de distracción. El local estaba abarrotado de huéspedes, no
quedaba una sola mesa libre. Llegó el camarero y le preguntó si le importaría
compartir su mesa con un caballero que no tenía sitio. Accedió encantada. El
camarero condujo al cliente hasta la mesa de Patricia. El caballero, se
presentó como Alberto Suarez y Gómez. Mucho gusto, yo soy Patricia Cordero
Tierno. Les sirvieron la cena. Alberto muy cortés le dijo: Me va usted a
perdonar pero creo que la he visto en algún otro sitio. Es posible, también su
cara para mí no es desconocida.
Siguieron cenando y Alberto le comentó que era viajante de comercio y que
recorría España y parte de Europa ofreciendo las flores que desde Holanda
distribuía por todas partes. Patricia entonces fue cuando se dio cuenta de que
conocía a aquel caballero. Usted me recuerda a un representante que iba por la
floristería de Jacinto Tieso y Mojado, en Madrid, en la calle de Alcántara
no. 25. Siii.
Claro que recuerdo a ese señor,
era buen cliente mío y a la señora que estaba siempre en la caja. Muy guapa por
cierto.
¿No será usted por casualidad?
La misma, esa soy yo.
¡Qué casualidad! Está usted tan guapa como siempre, aunque algo cambiada.
Si no me conservo mal.
Bueno y que hace por aquí, ¿está usted sola?
Si estoy sola.
No será que don Jacinto...
No, no es eso, el se jubiló.
Este es un sitio maravilloso,
Si es magnífico, tiene razón.
Al terminar la cena, Alberto le invitó a una copa en un salón próximo y
ella acepto. Hablaron de tiempos pasados, de cómo habían ido los negocios. De
pronto Alberto le dijo que él se había separado hacía ya tiempo.
¿A ustedes que tal les va ya jubilados?
Nos va bien, pero... Alberto, por
favor tutéame que yo también lo haré.
Ay Jacinto, ya lo creo que me acuerdo de él. Lo he recordado muchas
veces. Cuando íbamos a las ferias, lo pasábamos muy bien.
Si no me extraña que lo pasaseis muy bien.
Si sobre todo en Holanda, aquellos paseos por el barrio rojo.
Ya lo creo que se lo pasaría muy bien, sobre todo habiendo mujeres de por
medio.
Bueno yo no he dicho tal cosa.
No tú no lo has dicho, pero lo digo yo, esa ha sido la causa de que nos
separásemos hace poco tiempo.
Bueno ya que lo dices, en Holanda, no se le escapaba una, iba como las
abejas de flor en flor.
Claro, no podía ser menos siendo él un capullo.
Me parece mentira, siempre viéndoles a los dos juntos en su floristería.
No quiero ahondar más en tu pena.
La pena ha sido todo el tiempo que he desperdiciado a su lado, para al
final tener que tomar esta decisión.
Terminaron la copa y se despidieron hasta el día siguiente. Cuando se
volvieron a sentar en el comedor para desayunar, Alberto le propuso, si ella
estaba de acuerdo, que lo acompañase a visitar las ciudades que le quedaban por
ver de esa zona, antes de llegar a París. Iría primero a Toulouse, Montpellier,
Nimes, Aries, Avignon y Marsella. Debes pensarlo, si estás sola y te apetece,
son ciudades preciosas e interesantes. Podemos hacer un buen recorrido y
después llegar hasta la ciudad de la luz. Sería muy interesante. Tienes todo el
día para pensarlo, yo ahora saldré para hacer unas visitas y a la noche me
contestas si aceptas o no.
Patricia, ya lo había pensado, se marcharía con Alberto a hacer ese
recorrido. Al llegar la noche, se encontraron de nuevo y Alberto le preguntó si
lo había pensado. Patricia, ilusionada como una quinceañera, le contestó que
sí, que se iría con él, al fin y al cabo los dos eran libres.. Al despedirse,
se dieron un beso, un beso que casi rozó los labios de Patricia, pero que a
ella no le supo nada mal.
Salieron del hotel dando así comienzo su viaje. Durante el mismo y hasta
que llegaron a Toulouse, fueron hablando sin parar de todo y de nada, cosas sin
importancia, no volvieron a mencionar a Jacinto y a la es esposa de Alberto,
solo eran ellos dos. Parecía que había habido un flechazo entre ellos aunque
Patricia era un poco mayor que Alberto. Al llegar al hotel, se preguntaron qué
hacer con las habitaciones. Era una tontería pagar dos habitaciones si iban a
estar todo el viaje juntos. Está bien cogeremos una dijo Patricia, pero, con
dos camas. Como tú quieras. Cuando entraron en ella con los equipajes, Patricia
se tumbó encima de una de las camas pues estaba entumecida del viaje. De pronto
se dio cuenta, Perdona Alberto no te he consultado que cama querías tú.
Me da lo mismo, lo único que
quiero es descansar y estando a tu lado lo haré muy bien.
Tenemos que darnos prisa en ducharnos y arreglarnos para bajar a cenar.
Vale ¿quién entra primero tú o yo? es igual, pues entra tu primero que los
hombres siempre tardáis menos.
Mientras Alberto se duchaba, ella preparaba lo que se iba a poner y la
desovillé que se pondría para dormir. Cuando él salió, entró ella y procuró
darse toda la prisa que pudo para no defraudarlo el primer día. Cuando salió
del baño, Alberto la miró extasiado, que guapa estaba y que bien olía. Bajaron
al comedor y cenaron mientras charlaban distendidamente. Al terminar la cena, Alberto
le dijo al camarero que si era posible que les subiesen una botella de champan
a la habitación. Alberto descorchó la
botella y sirviendo las dos copas hizo un brindis por el viaje y por ellos. A
la que brindaban, se acercó a ella y tomándola por la cintura, la besó en los
labios ansiosamente. Patricia no se resistió y su brindis fue por el comienzo
de una duradera relación.
Se acostaron e hicieron el amor apasionadamente, se puede decir que
estuvieron toda la noche abrazados, sin separase un momento. Aquello parecía
prometer.
Por la mañana, tenían que comenzar el día como habían planeado. El estaba
henchido de felicidad. Ella pensaba que era la primera vez que se había
separado de su marido y que no le había dado vergüenza desnudarse y acostarse
con otro hombre. Al contrario, estaba satisfecha, había gozado esa noche más
que en muchos años. Estaba claro, no volvería con Jacinto.
Recorrieron la ciudad cogidos de la mano, pero se les veía contentos. Él
en algún momento la tuvo que dejar sola pues
debía visitar a sus clientes, ella mientras veía escaparates, haciendo alguna
compra. Se sentía ligera, como aliviada de un gran peso. Cuatro días fuera de
su casa, de lo que había sido toda su vida. Que cambio tan grande, no se podría
haber imaginado nunca que ella hubiese reaccionado de esa forma, pero se sentía
una nueva mujer. Al menos liberada de una pesada carga que tantos años había
soportado sobre su espalda.
Por la noche llegaron al hotel y lo cotidiano, ducha cambio de ropa y a
cenar. Después, salieron a dar un paseo pues hacía una noche esplendida,
caminaban nuevamente cogidos de la mano y Alberto en algún momento la cogió por
la cintura y la besó. Que agradable sensación sentía ella. Tanto tiempo que no
se sentía así. Flotaba como en una nube. Al terminar el paseo, Alberto volvió a
pedir champan para la habitación y volvieron a retozar con todas sus ganas.
Patricia, no podía quedarse dormida, estaba abrazada por Alberto. Ella hacía
tiempo que dormía sola en su cama. Esto
era bonito pero extraño después de tanto tiempo. No quería zafarse de él,
pensaba que con lo agusto que se sentía, no debía continuar con su mentira más
tiempo. Por la mañana, una vez que salieron del hotel, mientras iban en el coche, Patricia muy seria
le dijo a Alberto: Tengo que confesarte una cosa.
No me asustes cariño, tú dirás.
Pues que no estoy separada de Jacinto, pero ha sucedido algo que me ha
hecho tomar la determinación de no volver con él.
¿Qué ha pasado?
Como ya te dije, sabía que era mujeriego, pero no hasta el punto de lo
que ha hecho ahora. Estando ya jubilados y con la edad que tiene, es
imperdonable. Verás, todas las mañanas
se iba de casa a dar un paseo, al campo o con algún amigo. Como anda algunas veces muy despistado, una
mañana al salir se dejó olvidado el móvil en casa. Oí como sonaba un mensaje y
tomé sin más el teléfono para ver que le decían. Cuando abrí el mensaje, y leí
lo que ponía, creí que me daba un patatús.
“Hola soy Amanda, no te olvides que mañana a las diez nos vemos en el
lugar de siempre. Hace días que no echamos un polvo y estoy deseando follarte”.
El mensaje iba acompañado de una foto en la que solo se le veían los pechos y
el pubis.
No daba crédito a lo que estaba viendo. Como Jacinto, mi marido podía ser
tan cerdo. Que le gustasen las mujeres,
valía pero, que tuviese un lio con un putón de tamaño calibre. Cuando llegó a
casa, me explicó que sus amigotes, se habían estado riendo de él de la mala
memoria que tenía. No sabía que había hecho con el móvil. ¿Donde se lo habría
dejado? Entonces se dio cuenta de que pasaba algo, yo estaba muy seria. Le
enseñe su maldito móvil y le pedí una explicación sobre el mensaje y la foto.
Cambió de color, balbuceó algo que no entendí, dijo que debía de ser una
equivocación.
Esa misma tarde, salí de casa con el pretexto de hacer unos recados y me
fui a ver a un detective privado. Contraté sus servicios para investigar al
capullo de Jacinto. ¡Si pensaba que iba a seguir dándomela! Estaba harta.
Conmigo en la cama poca cosa, más bien nada y sin embargo estaba trajinándose a
toda la que se le pusiese por delante. Debía enterarme cuanto antes de sus andanzas.
El detective privado, lo siguió durante varios días, más de un mes
seguido para cerciorarse de lo que hacía, tomó fotos y me dio toda clase de
detalles. Todas eran putas baratas, pues no era una sola con la que
estaba. Vi todo el reportaje que le había
hecho y realmente se me revolvió el estómago. Quedaban más detalles por darme,
por eso la otra mañana cuando me llamó por teléfono y me dijo que le había
fotografiado con otra diferente, en este caso era una mujer de color, no lo
pude soportar más y me marché de casa. El detective tenía orden cobrarle a él
sus honorarios y enseñarle todo lo que de él ya sabíamos. Por eso espero que no
se moleste en buscarme.
Ahora ya sabes por qué estoy sola, creo que tengo bastantes motivos.
Siempre he sido leal a todas las personas que me han rodeado y quiero que
contigo sea lo mismo. No podría seguir esta relación con una mentira.
No te preocupes, yo procuraré que
seas lo más feliz posible, que nunca te faltaré, que quiero que sigamos como
hemos empezado, viajando sin cesar y disfrutar de nuestro amor hasta el fin de
nuestros días.
Voy a solicitarle el divorcio y así seré libre de conciencia y de
papeles.
PILAR MORENO 31-1-2013
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