jueves, 4 de abril de 2013

EL VIAJE



Aquella llamada de teléfono había confirmado lo que ya sabía. Sin pensárselo dos veces, cogió las llaves y el bolso y salió de casa con lo puesto. Arrancó su coche y puso rumbo desconocido.
Inmersa en sus pensamientos  lloró sin consuelo. Sin saber cómo se incorporó a la autopista. Pisó  el pedal del acelerador casi sin darse cuenta, ¡no sabía hacia donde se dirigía! De pronto  un panel anunciador en la carretera. Puso el intermitente y se metió en el carril correspondiente dirección a Zaragoza.  Llegando a Calatayud, se dio cuenta de que era ya mucho tiempo el que llevaba al volante, paró, tomó un café y buscó con celeridad un baño. Sus ojos  hinchados no dejaban ver la belleza de su expresión. Volvió al coche y puso entonces rumbo al Pilar de Zaragoza; rezar a la virgen podría servirle de alivio.  Sentada  en un banco sintió como su rostro se envolvía en la ceguera más terrible, el llanto se apoderó de ella nuevamente y con la cara entre las manos, lloró amargamente. ¿Cómo le podría haber ocurrido a ella eso? Pasó frente a su Virgen largo rato y cuando comprendió que se le había pasado el llanto, fue a por una vela y la colocó en el camarín de la Virgen.
Se encaminó a un restaurante. Estaba mucho más tranquila y  tenía hambre.  Una vez que el maître se le acercó, pidió dos platos, postre  y para acompañar una copa de buen vino.
Se hizo una reflexión, no he de sufrir más por él. A partir de hoy mismo seré una nueva mujer, llevo tiempo pensando que debía cambiar, pues esta es la oportunidad.
Carretera adelante, sin parar. Vio una indicación Andorra a 300 km., esta noche ese será mi destino. Al llegar, buscó alojamiento. Un buen hotel por supuesto, pero, cuando ya estaba en la habitación dispuesta a darse una buena ducha, se percató de que había salido de casa con lo puesto. Un pantalón negro, blusa blanca y chaqueta negra.  Preguntó donde podría comprar algo de ropa. Le indicaron un cercano comercio en el que pudo adquirir lo que por el momento necesitaba. Lo primero ropa interior. En principio lo que la señorita le ofrecía, le parecía un poco atrevido pero, pensó, si quieres ser nueva mujer, comienza desde dentro. Escogió varios modelos de braga y sujetador de lo más sugerente. Después tres modelitos también modernos, la dependienta le hacía ver de muy buen ver. Salió de la tienda con las pilas muy cargadas. Subió a su habitación en el hotel y después de darse la ducha, se probó todo lo que había adquirido y mirándose en el espejo, se dijo, Patricia, ahora sí que has cambiado.
Unas cuantas veces le vino a la cabeza Jacinto, pero se dijo entre dientes “que lo den por el culo” ahora me toca a mí disfrutar.  Por la mañana, bajó a desayunar, lenta, tranquila, sosegada y casi haciendo el paseíllo,  se encontraba de lo más atractivo con aquel cambio. Escogió una mesa, dejó la llave de la habitación y se dirigió al bufete para escoger lo que iba a tomar. Puso en su plato  algo de embutido, un variado de frutas y cereales con café. Mientras desayunaba pensaba que rumbo habría de tomar su vida. Daría un buen paseo por la ciudad y haría otra tanda de compras, tenía que hacerse con un buen vestuario, Recogió de la habitación el bolso y salió del hotel. Se dirigió a la calle  en donde más tiendas de ropas había, calzado, bolsos etc. Compraba de todo. Ella sola y sin nadie que le reprochase lo que había gastado. Estaba machacando la tarjeta sin tener que dar cuentas. Lo mejor que había hecho; Hacía ya años, que su familia le había aconsejado hacer una separación de bienes y aunque a Jacinto, su marido, le costó un buen disgusto, al final accedió. Ahora se sentía satisfecha y se daba cuenta de que su familia estaba en lo cierto. Había heredado de sus padres una pequeña fortuna y ahora sabía que solo ella podía tocarla de lo cual se alegraba un montón. De no haberlo  hecho, que podría pasar de ahora en adelante.
Volvió al hotel, se aseó un poco y bajó al comedor. Después del almuerzo, se retiró a descansar un poco antes de volver a salir  Se tiró en la cama y allí estuvo un buen rato, pensaba y pensaba, no podía creer lo que estaba sucediendo en su vida en esos momentos, pero... hasta se sentía feliz. Era muy posible que en su casa la estuviesen buscando por todas partes e incluso hubiesen dado parte a la policía. Ya era tarde. No pensaba dar señales de vida en mucho tiempo y eso si las volvía a dar. Había sufrido tanto durante años. Si alguien tiene que sufrir a partir de ahora que sea ese cabrón. Al  despertarse se probó todo lo que había comprado. Se encontraba espectacular y así se lo decía ella misma. Ahora lo que necesito es comprar unas maletas para poder transportar todo esto. También se preocupó de comprar toda clase de artículos de perfumería, desodorante, lápiz de labios, maquillaje, sombras de ojos. No quería que en el neceser faltase el más mínimo detalle. Se había hecho ya tarde y se encontraba cansada, tenía 63 años y mucha marcha,  pero, el cuerpo ya se resistía a ciertos trajines.
Bajó a cenar, se sentó en la mesa que había escogido desde el día anterior, estaba bien situada, podía observar todo lo que pasaba en el comedor y a ella, le servía de distracción. El local estaba abarrotado de huéspedes, no quedaba una sola mesa libre. Llegó el camarero y le preguntó si le importaría compartir su mesa con un caballero que no tenía sitio. Accedió encantada. El camarero condujo al cliente hasta la mesa de Patricia. El caballero, se presentó como Alberto Suarez y Gómez. Mucho gusto, yo soy Patricia Cordero Tierno. Les sirvieron la cena. Alberto muy cortés le dijo: Me va usted a perdonar pero creo que la he visto en algún otro sitio. Es posible, también su cara para mí no es desconocida.
Siguieron cenando y Alberto le comentó que era viajante de comercio y que recorría España y parte de Europa ofreciendo las flores que desde Holanda distribuía por todas partes. Patricia entonces fue cuando se dio cuenta de que conocía a aquel caballero. Usted me recuerda a un representante que iba por la floristería de Jacinto Tieso y Mojado, en Madrid, en la calle de Alcántara no.  25. Siii.
 Claro que recuerdo a ese señor, era buen cliente mío y a la señora que estaba siempre en la caja. Muy guapa por cierto.
¿No será usted por casualidad?
 La misma, esa soy yo.
¡Qué casualidad! Está usted tan guapa como siempre, aunque algo cambiada.
Si no me conservo mal.
Bueno y que hace por aquí, ¿está usted sola?
Si estoy sola.
No será que don Jacinto...
No, no es eso, el se jubiló.
Este es un sitio maravilloso,
Si es magnífico, tiene razón.
Al terminar la cena, Alberto le invitó a una copa en un salón próximo y ella acepto. Hablaron de tiempos pasados, de cómo habían ido los negocios. De pronto Alberto le dijo que él se había separado hacía ya tiempo.
¿A ustedes que tal les va ya jubilados?
Nos va bien, pero...  Alberto, por favor tutéame que yo también lo haré.
Ay Jacinto, ya lo creo que me acuerdo de él. Lo he recordado muchas veces. Cuando íbamos a las ferias, lo pasábamos muy bien.
Si no me extraña que lo pasaseis muy bien.
Si sobre todo en Holanda, aquellos paseos por el barrio rojo.
Ya lo creo que se lo pasaría muy bien, sobre todo habiendo mujeres de por medio.
Bueno yo no he dicho tal cosa.
No tú no lo has dicho, pero lo digo yo, esa ha sido la causa de que nos separásemos hace poco tiempo.
Bueno ya que lo dices, en Holanda, no se le escapaba una, iba como las abejas de flor en flor.
Claro, no podía ser menos siendo él un capullo.
Me parece mentira, siempre viéndoles a los dos juntos en su floristería. No quiero ahondar más en tu pena.
La pena ha sido todo el tiempo que he desperdiciado a su lado, para al final tener que tomar esta decisión.
Terminaron la copa y se despidieron hasta el día siguiente. Cuando se volvieron a sentar en el comedor para desayunar, Alberto le propuso, si ella estaba de acuerdo, que lo acompañase a visitar las ciudades que le quedaban por ver de esa zona, antes de llegar a París. Iría primero a Toulouse, Montpellier, Nimes, Aries, Avignon y Marsella. Debes pensarlo, si estás sola y te apetece, son ciudades preciosas e interesantes. Podemos hacer un buen recorrido y después llegar hasta la ciudad de la luz. Sería muy interesante. Tienes todo el día para pensarlo, yo ahora saldré para hacer unas visitas y a la noche me contestas si aceptas o no.
Patricia, ya lo había pensado, se marcharía con Alberto a hacer ese recorrido. Al llegar la noche, se encontraron de nuevo y Alberto le preguntó si lo había pensado. Patricia, ilusionada como una quinceañera, le contestó que sí, que se iría con él, al fin y al cabo los dos eran libres.. Al despedirse, se dieron un beso, un beso que casi rozó los labios de Patricia, pero que a ella no le supo nada mal.
Salieron del hotel dando así comienzo su viaje. Durante el mismo y hasta que llegaron a Toulouse, fueron hablando sin parar de todo y de nada, cosas sin importancia, no volvieron a mencionar a Jacinto y a la es esposa de Alberto, solo eran ellos dos. Parecía que había habido un flechazo entre ellos aunque Patricia era un poco mayor que Alberto. Al llegar al hotel, se preguntaron qué hacer con las habitaciones. Era una tontería pagar dos habitaciones si iban a estar todo el viaje juntos. Está bien cogeremos una dijo Patricia, pero, con dos camas. Como tú quieras. Cuando entraron en ella con los equipajes, Patricia se tumbó encima de una de las camas pues estaba entumecida del viaje. De pronto se dio cuenta, Perdona Alberto no te he consultado que cama querías tú.
 Me da lo mismo, lo único que quiero es descansar y estando a tu lado lo haré muy bien.
Tenemos que darnos prisa en ducharnos y arreglarnos para bajar a cenar. Vale ¿quién entra primero tú o yo? es igual, pues entra tu primero que los hombres siempre tardáis menos.
Mientras Alberto se duchaba, ella preparaba lo que se iba a poner y la desovillé que se pondría para dormir. Cuando él salió, entró ella y procuró darse toda la prisa que pudo para no defraudarlo el primer día. Cuando salió del baño, Alberto la miró extasiado, que guapa estaba y que bien olía. Bajaron al comedor y cenaron mientras charlaban distendidamente. Al terminar la cena, Alberto le dijo al camarero que si era posible que les subiesen una botella de champan a la habitación. Alberto descorchó  la botella y sirviendo las dos copas hizo un brindis por el viaje y por ellos. A la que brindaban, se acercó a ella y tomándola por la cintura, la besó en los labios ansiosamente. Patricia no se resistió y su brindis fue por el comienzo de una duradera relación.
Se acostaron e hicieron el amor apasionadamente, se puede decir que estuvieron toda la noche abrazados, sin separase un momento. Aquello parecía prometer.
Por la mañana, tenían que comenzar el día como habían planeado. El estaba henchido de felicidad. Ella pensaba que era la primera vez que se había separado de su marido y que no le había dado vergüenza desnudarse y acostarse con otro hombre. Al contrario, estaba satisfecha, había gozado esa noche más que en muchos años. Estaba claro, no volvería con Jacinto.
Recorrieron la ciudad cogidos de la mano, pero se les veía contentos. Él en algún momento la tuvo que dejar sola  pues debía visitar a sus clientes, ella mientras veía escaparates, haciendo alguna compra. Se sentía ligera, como aliviada de un gran peso. Cuatro días fuera de su casa, de lo que había sido toda su vida. Que cambio tan grande, no se podría haber imaginado nunca que ella hubiese reaccionado de esa forma, pero se sentía una nueva mujer. Al menos liberada de una pesada carga que tantos años había soportado sobre su espalda.
Por la noche llegaron al hotel y lo cotidiano, ducha cambio de ropa y a cenar. Después, salieron a dar un paseo pues hacía una noche esplendida, caminaban nuevamente cogidos de la mano y Alberto en algún momento la cogió por la cintura y la besó. Que agradable sensación sentía ella. Tanto tiempo que no se sentía así. Flotaba como en una nube. Al terminar el paseo, Alberto volvió a pedir champan para la habitación y volvieron a retozar con todas sus ganas. Patricia, no podía quedarse dormida, estaba abrazada por Alberto. Ella hacía tiempo  que dormía sola en su cama. Esto era bonito pero extraño después de tanto tiempo. No quería zafarse de él, pensaba que con lo agusto que se sentía, no debía continuar con su mentira más tiempo. Por la mañana, una vez que salieron del hotel,   mientras iban en el coche, Patricia muy seria le dijo a Alberto: Tengo que confesarte una cosa.
 No me asustes cariño, tú dirás.
Pues que no estoy separada de Jacinto, pero ha sucedido algo que me ha hecho tomar la determinación de no volver con él.
¿Qué ha pasado?
Como ya te dije, sabía que era mujeriego, pero no hasta el punto de lo que ha hecho ahora. Estando ya jubilados y con la edad que tiene, es imperdonable. Verás,  todas las mañanas se iba de casa a dar un paseo, al campo o con algún amigo.  Como anda algunas veces muy despistado, una mañana al salir se dejó olvidado el móvil en casa. Oí como sonaba un mensaje y tomé sin más el teléfono para ver que le decían. Cuando abrí el mensaje, y leí lo que ponía, creí que me daba un patatús.
“Hola soy Amanda, no te olvides que mañana a las diez nos vemos en el lugar de siempre. Hace días que no echamos un polvo y estoy deseando follarte”. El mensaje iba acompañado de una foto en la que solo se le veían los pechos y el pubis.
No daba crédito a lo que estaba viendo. Como Jacinto, mi marido podía ser tan cerdo.  Que le gustasen las mujeres, valía pero, que tuviese un lio con un putón de tamaño calibre. Cuando llegó a casa, me explicó que sus amigotes, se habían estado riendo de él de la mala memoria que tenía. No sabía que había hecho con el móvil. ¿Donde se lo habría dejado? Entonces se dio cuenta de que pasaba algo, yo estaba muy seria. Le enseñe su maldito móvil y le pedí una explicación sobre el mensaje y la foto. Cambió de color, balbuceó algo que no entendí, dijo que debía de ser una equivocación.
Esa misma tarde, salí de casa con el pretexto de hacer unos recados y me fui a ver a un detective privado. Contraté sus servicios para investigar al capullo de Jacinto. ¡Si pensaba que iba a seguir dándomela! Estaba harta. Conmigo en la cama poca cosa, más bien nada y sin embargo estaba trajinándose a toda la que se le pusiese por delante.  Debía enterarme cuanto antes de sus andanzas.
El detective privado, lo siguió durante varios días, más de un mes seguido para cerciorarse de lo que hacía, tomó fotos y me dio toda clase de detalles. Todas eran putas baratas, pues no era una sola con la que estaba.  Vi todo el reportaje que le había hecho y realmente se me revolvió el estómago. Quedaban más detalles por darme, por eso la otra mañana cuando me llamó por teléfono y me dijo que le había fotografiado con otra diferente, en este caso era una mujer de color, no lo pude soportar más y me marché de casa. El detective tenía orden cobrarle a él sus honorarios y enseñarle todo lo que de él ya sabíamos. Por eso espero que no se moleste en buscarme.
Ahora ya sabes por qué estoy sola, creo que tengo bastantes motivos. Siempre he sido leal a todas las personas que me han rodeado y quiero que contigo sea lo mismo. No podría seguir esta relación con una mentira.
No te preocupes,  yo procuraré que seas lo más feliz posible, que nunca te faltaré, que quiero que sigamos como hemos empezado, viajando sin cesar y disfrutar de nuestro amor hasta el fin de nuestros días.
Voy a solicitarle el divorcio y así seré libre de conciencia y de papeles.

PILAR MORENO 31-1-2013








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