martes, 4 de marzo de 2014

AQUELLA COPA DE RON

Patricio como de costumbre acudió a la llamada de su jefe, no sabía lo que éste querría de él, pero no podía negarse, era su mano derecha y sin consultarle a él, había muchas decisiones que D. Gerardo no se atrevía a tomar, era su hombre de confianza y sabía que él no erraba casi nunca. En aquella ocasión como de costumbre, quería que lo aconsejase en la ubicación que mejor les convenía para la nueva galería de Arte que iba a abrir. Era un hombre ciertamente indeciso, tenía dos zonas que realmente le agradaban pero no se decidía, de ahí la urgencia en ver a Patricio. Una de ellas, se encontraba en la calle Goya de Madrid y la otra en la calle de Serrano, los dos locales estaban muy cerca uno de otro, pero no sabía por cual decidirse. Era muy importante elegir cuanto antes, pues los arrendadores no aguardarían mucho más tiempo a recibir su contestación. Patricio llegó lo antes que pudo y se puso a sus órdenes como de costumbre. Hizo algunas reflexiones con D. Gerardo y al final se decidió por el local de la calle Goya, ya que en Serrano había otras galerías que aunque no fuese a hacerles sombra pues se trataban de arte muy distinto al suyo, era mejor estar un poco distanciados para evitar confusiones en el público en general ¿Qué haría yo sin usted Patricio? Comentó D. Gerardo en tono de alabanza. Tardaron muy poco tiempo en poner en marcha la Galería, D. Gerardo disponía de unos almacenes que estaban repletos de antigüedades y cuadros y solamente faltaban algunos de los pintores con los que se había comprometido a exponer sus obras en cuanto el local fuese abierto. Uno de esos pintores, resultó ser una preciosa mujer rubia, de ojos azules, delicado talle, menuda como una muñeca y andares de pasarela. Patricio en el momento en el que la vio, quedó prendado de su hermosura. Su nombre era Lorena Puaró, francesa de nacimiento pero que había recorrido casi toda Europa pintando los más exquisitos rincones de cada ciudad. Sus cuadros parecían ser muy cotizados por todo el continente y esperaba que en Madrid no fuese a ser menos. La señorita Puaró iba escoltada por un individuo que nada tenía que ver con ella en cuanto a presencia y modales. Tenía tipo de bohemio pero a Patricio la sensación que le dio nada más verle era de que podía ser un chulo que se estaba aprovechando del éxito de madame Puaró. Prepararon todo para la exposición pero Patricio le hizo entender al buen caballero que hasta que la exposición no se abriese al público, él no podría estar en el local. Había muchos objetos de elevado valor, joyas antiguas, aderezos de collares pendientes y sortijas. Por eso, allí solo podrían estar los implicados en la exposición, es decir los montadores y los artistas, los acompañantes deberían mantenerse al margen. Patricio fue insultado por dicho hombre y le hizo un gesto de reto. –Ya ajustaremos tú y yo cuentas cuando esto acabe- En los días que duró la preparación de la exposición, Patricio y Lorena, hicieron una buena amistad, aunque a Patricio se le debía de notar que se le salían los ojos de sus orbitas cada vez que la miraba. No hubo nada más, era un espacio corto de tiempo y a la salida siempre estaba el buldog esperando en la puerta con los colmillos fuera dispuesto para atacar. Llegó el día de la inauguración de la Galería y aquello fue todo un éxito, Lorena Puaró no podía creer los cuadros que había vendido a pesar de que su precio no era nada asequible. El más barato costaba 2.500€ pero también había que tener en cuenta que había asistido a la misma lo más granado de la sociedad madrileña. Don Gerardo era un Galerista de gran fama en la capital de España. Al cierre de la exposición, se había preparado un pequeño ágape para celebrar el triunfo que la misma había tenido. Patricio era un hombre que picaba un poco de todo pero en pocas cantidades y en cuanto a la bebida solamente bebía Ron con Coca Cola. Cuando llegó la hora de tomar una copa de esa bebida, el buldog de Lorena muy solicito se la preparó con la mejor de las sonrisas, el se puso una de lo mismo y brindó muy amablemente por el éxito de Lorena con Patricio. Este que era hombre tranquilo pensó “Será mejor estar a bien con este perro”. Bebieron al tiempo los dos un sorbo cada uno de su vaso y de pronto el buldog cayó al suelo sin sentido. Cuando llegaron los sanitarios dijeron que había sido envenenado, nadie hasta ese momento se había dado cuenta de que había robado una sortija y en la parte superior había colocado veneno con la única intención de volcarlo en el vaso de Patricio pero aquella copa de Ron le jugó una mala pasada, la confundió, tomándose él mismo lo que con tan malas artes había preparado para su enemigo. PILAR MORENO – 24 Febrero 2014

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