domingo, 30 de marzo de 2014

FINAL DE AÑO

En la sala de espera de aquel hospital Julia y Pepe esperaban noticias sobre el estado de su hijo, José que había sufrido un accidente de tráfico en la última noche del año. Todos los avisos que ellos le habían dado habían caído en saco roto y como tantos otros jóvenes pensaba que a él nunca le iba a tocar. Había tomado las uvas en casa con sus padres y sus hermanos y había salido de marcha para juntarse con sus amigos en la discoteca que uno de ellos poseía. Pasaba el tiempo y nadie salía a darles ninguna noticia, aquella situación era desesperante. Julia lloraba y lloraba pues no tenía ni idea de lo que a su pequeño le podría haber pasado. Pepe daba vueltas como un león en una jaula y se hacía las mismas preguntas que su mujer con los nervios destrozados. En la misma sala había otra pareja, Constanza y Roberto que, abrazados y muy pensativos permanecían sentados en un rincón como si casi no se atreviesen a moverse. Esperaban noticias pero tampoco nadie les daba razón alguna, solo sabían que su hija Marta había tenido un accidente, eso fue lo que la guardia civil les había comunicado por teléfono y que de inmediato se personasen en aquel hospital. Pasaron casi dos horas cuando, dos doctores salieron a llamar a los familiares de José y de Marta. Los cuatro como si los hubiesen puesto un resorte, saltaron hacía los médicos ávidos de noticias. -Los padres o familiares de José preguntó el facultativo- Nosotros somos dijeron rápidamente Julia y Pepe, ¿cómo está nuestro hijo? -Sentimos tener que darles esta noticia- Su hijo ha muerto, no hemos podido hacer nada para salvar su vida, era demasiada la gravedad con la que ha ingresado y aunque hemos hecho todo lo que la ciencia nos permitía, no nos ha sido posible sacarlo adelante-. -Ustedes son los padres de Marta, de dirigió uno de los médicos a Constanza y Roberto--Si señor contestaron con la voz entrecortada- -No tenemos muchas mejores noticias para ustedes- Marta ha sufrido en la colisión un tremendo impacto lo que no la va a permitir volver a hacer una vida normal. Ha quedado parapléjica.- Por Dios que tragedia gritó Constanza, no puede ser que a mi niña le haya pasado esto. Seguro que ese animal iba borracho y nos la ha desgraciado para toda la vida. -Cálmese señora- Ese animal como acaba usted de decir es el muchacho que ha fallecido, por favor tenga un poco de respeto pues ha de saber que no solo no estaba borracho, sino que además ha sido su hija la que lo embistió en un paso de cebra, llevándoselo por delante dejándolo muerto en el acto y además ha herido a otras dos personas de menor gravedad, las cuales junto al muchacho iban andando tranquilamente, los testigos que todo lo han visto así lo aseguran y por otro lado, su hija a la cual han tenido que recatar los bomberos de dentro de su automóvil, que ha arrancado de cuajo una farola de la vía pública, cuadruplicaba la tasa de alcohol permitida. Roberto, aún con los nervios propios de la noticia que acababa de recibir, se acercó a Julia y a Pepe, dándoles su más sentido pésame y pidiéndoles perdón por los exabruptos que su esposa acababa de proferir contra su hijo. Él reconocía que era muy doloroso lo que a su hija le había ocurrido pero, ella estaba en el mundo aunque mal parada, sin embargo ellos no le volverían a ver más, era su hija la que se lo había arrancado de cuajo de sus vidas. Era una historia como tantas hay en estos días, una historia triste y de las que en muchas ocasiones, los padres cerramos los ojos y pensamos que los contrarios son los malos. Roberto sabía que su hija, desde que había salido de trabajar, había estado de copas con sus compañeros de trabajo, había regresado a casa para cenar, con los excesos propios del último día del año. Se había dado una ducha rápida y acicalándose para la fiesta de esa noche, había salido rápidamente de casa pues ya llegaba tarde a donde había quedado con los amigos. La mala cabeza, la inconsciencia, hizo que cogiese su coche en unas condiciones que no debía hacerlo. En el caso de José la mala suerte lo cruzó en el camino de Marta, cuando él era un chico que no bebía nada más que refrescos. Que no tenía ni tan siquiera carnet de conducir pues acababa de cumplir los dieciocho años y que había quedado con unos amigos. Las imprudencias se pagan, muy caras en la mayoría de las ocasiones, unas con la vida propia y otras segando la vida de algún inocente y como en este caso verte privado de libertad de cuerpo y alma para el resto de tus días, pues verte atado a una silla de ruedas de por vida y además saber que has matado a un ser humano, inocente que nada tenía que ver con las circunstancias que tú misma había propiciado. PILAR MORENO 1-1-2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario