viernes, 21 de marzo de 2014

EL BUEN GAMBERRO

Jaco, Simón, Tulo y Remi eran amigos desde la más tierna infancia. Jugaban sin descanso por todo el pueblo. Daban grandes carreras uno detrás de otro para ver quien llegaba antes a algún lugar que ellos se hubiesen marcado. El pueblo entero había hecho matanza y cada uno ponía a secar sus productos en el lugar más apropiado para ello. Unos la colocaban en la hornera en donde hacían en tiempos el pan y así podían ahumar los chorizos y lo que requiriese ese proceso. Otros lo colgaban en el tenado de sus casas, los había que tenían bodega y en ella un lugar apropiado para ese menester. Era un invierno muy frio y por ello se suponía que los géneros obtenidos de sus cerdos, tendrían una buena curación. Eulalio y Dolores, colocaron todo en sui bodega con sumo cuidado, habían trabajado duro, habían matado tres cerdos y con ellos debían de tener embutido para ellos y sus hijos que vivían en la capital. Mateo y Engracia, lo habían subido al tercero como ellos llamaban al tenado de la casa, allí se conservaba todo muy bien y además como eran muy desconfiados, pensaban que era el único lugar que al estar dentro de su vivienda nadie podía tener acceso a ello. Ricardo y Rosa, lo habían llevado a la hornera que estaba justo a la vuelta de su casa, esa labor la habían efectuado por la noche para que nadie viese lo que allí guardaban. Simón, Tulo y Remi, eran unos golfillos que aunque estaban bien alimentados, no dejaban de meter las narices en cualquier sitio que hubiese algo de comer, en cambio Jaco era el más cariñoso de todos, nada le faltaba. Un buen día Ricardo, se asomó a la hornera para ver cómo iba el proceso de secado de sus chorizos, fue entonces cuando se dio cuenta de que le faltaba alguna ristra. Volvió a su casa y le preguntó a Rosa ¿tú has cogido alguna ristra de la hornera? ¿Cómo voy a coger nada de allí? Todavía tengo en el arcón lo que quedó del pasado año. A los dos día el Mateo apareció por casa de Ricardo y le dijo –oye, me faltan chorizos y una panceta adobada- ¿Quién habrá podido ser si no hemos faltado de casa? Por la tarde de ese mismo día, Dolores comentó que había encontrado un jamón todo mordido y le faltaban chorizos. Aquello era todo un misterio, no habían visto a nadie. Engracia que era muy espabilada, dijo ¿no habrán sido Simón, Tulo y Remi? Ya sabéis que son aficionados a hacer trastadas, pero ninguno creyó que fuese ninguno de ellos y Jaco era impensable, tenía a su alcance todo lo que quería y nunca había tocado nada. Pero las faltas se siguieron produciendo por lo que los tres hombres decidieron montar guardia y tratar de sorprender al ladrón. A eso de las tres de la madrugada, en la hornera Ricardo que estaba escondido y tumbado en el suelo, sintió un pequeño ruido, muy suave apenas detectable, provenía de un rincón en donde la tierra estaba hueca y cuál fue su sorpresa al ver aparecer por allí al bueno de Jaco, con gran destreza dio un brinco alcanzando una ristra de chorizos y a toda velocidad salir por el mismo sitio por el que había entrado. Ricardo salió corriendo y al llegar a la calle, pudo ver como los cuatro canes daban cuenta del botín que Jaco había conseguido. La moraleja es que no hay que fiarse ni del más cariñoso, ni del mejor alimentado ni del más tontorrón pues en cualquier momento cualquiera te la puede jugar. PILAR MORENO 18-Marzo-2014

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