Una tarde de cualquier día del año,
volvía hacia mi casa desde Madrid, donde había estado haciendo unas compras y
tomando café con una amiga. Al tomar la carretera de La Coruña, comencé a
divisar demasiadas luces agolpadas en la distancia, lo cual me hacía suponer
que había un tráfico lento. Me fui acercando al ritmo que podía circular y de
golpe comenzaron todos los vehículos a pararse.
Andábamos dos metros, nos parábamos,
otros tres metros y vuelta a parar. De pronto divisé una de las pantallas
anunciadoras y logré ver lo que decía: “Tráfico lento por accidente hasta el
km. 46”. Dios mío, ¿a qué hora voy a llegar yo a casa?, no tenía que haberme
entretenido tanto, ahora cuando llegue la bronca que me voy a llevar, pero
¿quién contaba con esto?, no sé cómo me las arreglo que siempre me pasa algo.
Nada y que no andan nada, por favor si la gente se empieza a salir de los
coches, pues si, ya lo creo que se está liando gorda. Ya llevo 45 minutos y
hemos andado medio kilometro, pues gordo ha debido de ser el asunto. Lo malo es
que con el frio que hace y la lluvia que cae me estoy empezando a hacer pis.
Bueno, lo que faltaba, tenías que haberlo hecho antes de salir, pero las
prisas, venga no pienses en que tus países bajos no funcionan bien y que cuando
se ponen a dar guerra… mujer piensa en otra cosa. Es que ya estoy apurada y
nada que no andamos, vale otro empujoncito, he podido meter segunda, que logro,
vuelta a parar. ¿Hasta cuándo va a durar esto?.
Comienzan a pasar las asistencias,
coches de bomberos, ambulancias, grúas, la guardia civil, todos pero nosotros
sin movernos. Reflexiono, si vuelve a pasar alguna otra asistencia, me cuelo
detrás de ella. Es que ya no puedo más, que me lo hago encima. ¡No tienes que
aguantar, ánimo que ya queda poco, solo 25 km! ¡Casi nada!, todavía me meo
encima, ¡qué vergüenza! y con el frío que hace. Venga otro empujoncito, dos km.
Esto ha sido todo un avance, pero no puedo y ¿Qué hago?, por Dios me estoy
poniendo mala, y a nada que me mueva se me escapa. Otro parón, ¿Cuándo se va a
terminar esto?, ¡qué angustia y sin saber qué hacer.! Una vez más nos movemos
lentamente ya no voy a poder sujetarlo mucho más tiempo. Rezo, cuento, pongo la
radio a toda pastilla para ver si me distraigo pero nada, todos los esfuerzos son
infructuosos. De repente otra vez nos paramos, la desesperación es tan grande
que, sin pensarlo dos veces, me bajo del coche, abro la puerta de atrás y entre
las dos puertas, tiro de pantalón para abajo y ¡Ay, ay, qué placer tan tremendo!,
Ya no me importaba si algún otro conductor me podía haber visto el trasero,
solo me importaba el bienestar que había logrado mi vejiga. Una vez terminada
la faena, volví a ocupar mi posición de conductora y como si no hubiese pasado
nada.
Mª del Pilar Moreno
No hay comentarios:
Publicar un comentario