En
el cénit de la noche, paseando por la rectangular plaza, la cual hallábase
desierta, parecía más un fantasma que una débil persona apesadumbrada por los
muchos problemas que sobre mis hombros acarreaba.
Todos
los balcones de las altas casas abiertos por el calor, parecía que me espiaban,
como si supiesen el miedo que me daban los vacios bancos de piedra y las
alargadas sombras que desprendían las acacias y los evónimos que rodeaban la
plaza. Yo sólo con mis pensamientos mirando la iluminada esfera del reloj,
esperando ansioso que pronto sus agujas a la una llegaran, para ver si mis
deseos de una vez se ejecutaran y por alguna esquina de aquel rectángulo, mi
amada asomara.
Una
hermosa noche de verano, noche de luna clara que con ansias e ilusiones la
rectangular plaza bordeaba, vueltas y más vueltas pero, ella no llegaba. Esperaba con anhelo mis cuitas yo contarla,
cobijarla entre mis brazos y con fuerza abrazarla pero, nunca llegó por más que
yo esperaba.
Volví
tras mis pasos, las estrechas calles paseadas y cuantos más pasos daba mi alma
más se desolaba, sabía que al no haber acudido ya nunca más podría besarla.
Entonces mi sombra vi y yo solo sentí
que más que hombre, era fantasma.
Noviembre
2011 – Pilar Moreno
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