domingo, 2 de diciembre de 2012

UN CUENTO DE OTOÑO



Paseando por el parque de Román Calderas y a la vereda del Rio Guadarrama cogida de la mano de mi esposo, pisando sobre una alfombra de hojas de varios colores, caídas de los plátanos de sombra, los álamos y los alcornocales, conversábamos muy animadamente sobre nuestro futuro, ya jubilados, con una aceptable pensión, hacíamos planes de viajes contando con algunos amigos que se encontraban en nuestra misma situación.
En un recodo del camino, bajo una pícea enorme, vimos un bulto que parecía moverse, intrigados, nos acercamos con curiosidad para ver de qué se trataba. La sorpresa no pudo ser más grata y más bonita, dentro de una bolsa de tela se encontraba una pequeña niña recién nacida, envuelta en una manta vieja y todavía con el Cordón umbilical sin cortar. Me tiré al suelo a toda prisa para poder cogerla, abrazarla y darle el calor que su madre le había negado. Mi esposo, enternecido con el hallazgo, se puso sumamente nervioso preguntándome a cada instante ¿Qué podemos hacer? Y ¿el cordón habrá que cortárselo?. Dios mío, pobre criatura, que estomago hay que tener para abandonar un hijo a su suerte y recién nacido. No te apures le contesté, pues en ciertas ocasiones las mujeres sabemos mejor lo que hay que hacer y creo que hasta conservamos mucho más la calma. Abre mi bolso y busca que debe haber un pequeño neceser de costura, sácalo, dame las tijeritas, y sin pensarlo dos veces, le corté el cordón, haciendo una especie de torniquete en su ombliguito con unas cintas que también se hallaban allí, se lo dejé bien atado. Después, la envolví en mi chaqueta y por encima le coloqué la manta en la que la habíamos encontrado. Era tan bonita, tan tierna, que en mi volvieron a resurgir los instintos maternales, la abrazaba y besaba su carita de rosa todo lo más que podía, para que no sintiese el relente de aquella tarde otoñal.
Rápidamente corrimos hasta la farmacia del barrio del Gorronal para comprar leche un biberón y comenzar a alimentarla pañales etc., todo lo que en ese momento esa criatura podía necesitar. Después las autoridades a las que habíamos dado parte  nos dijeron que había tenido mucha suerte de que la encontrásemos pues podría haber muerto de frio y de inanición al ser un lugar poco frecuentado y como premio a su salvamento nos la podíamos quedar para siempre. Por mi cabeza no sé cuantas cosas pasaron de repente, ¡por fin la hija que nunca tuve!  Bien es verdad que teníamos hijos, pero varones. Qué felices vamos a ser, ahora que estamos solos los dos, llegaba esa alegría que siempre representa el tener un niño en casa. Ya no paro de pensar en las cosas que necesitaremos para criarla como se merece, que a mi princesita no le falte nada, cuantas cosas voy a comprarle, que envidia les voy a dar a mis amigas cuando sepan que tengo por fin una niña, la que tanto he deseado siempre, rubia como es, le crecerán unos largos tirabuzones, hasta ya pienso en su mayoría de edad, cuando la podamos  presentar en sociedad, tantas y tantas cosas que se me van ocurriendo.
De pronto sentí como mi esposo me llamaba, vamos despierta que llegaremos tarde al aeropuerto……..


Pilar Moreno –  En Collado Villalba - 23 Octubre 2012

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