Paseaba lentamente por la
principal calle de mi ciudad, cuando la luz del
sol comenzaba a esconderse, y las
luces de Neón iban iluminando los escaparates, atrayendo la atención de los
viandantes.
Iba distraída, sin fijarme en
nada en concreto, pero de pronto, un magnifico escaparate llamó mi atención. En
un gran letrero podía leerse con claridad, “Cristian Dior”. ¿Cuántas veces
había pasado por ese mismo lugar y no había reparado en ello?. Una fuerza
interna me hacía pararme delante de él y contemplar lo que allí se exponía.
¡Qué maravillas!, nunca hubiese pensado que esos vestidos y trajes que allí estaban
expuestos, pudiesen ponérselos personas de carne y hueso, estaba entusiasmada,
no podía separarme de aquel cristal, casi estaba babeando con mi boca de pura
admiración.
Creo que pasé varias horas
allí parada como si no hubiese nada más en el mundo que contemplar. De repente,
a mi lado se paró una pareja de cierta edad, a la cual yo conocía bastante de
vista y los cuales parecían la pareja perfecta. Siempre cogidos de la mano,
otras veces él la llevaba cogida del
brazo o por encima del hombro. Contemplaron como yo aquellas maravillas, ella
como siempre con su sonrisa cautivadora,
él también como siempre con su semblante adusto y pelo cano, serio a más no
poder, pues de las miles de veces que con ellos me cruzaba, jamás le vi
sonreír.
Ella dulcemente le susurro
algo al oído y el con voz perruna le dijo “pues pasa si quieres”. Ese si
quieres, no me gustó nada en absoluto, era la clásica expresión de pasa pero no
lo comprarás. Entonces atravesaron la gran puerta giratoria del establecimiento
y de inmediato se les acercó una preciosa empleada, la cual le mostró con gran
naturalidad, todo lo que la buena señora le iba pidiendo. Yo seguía allí puesta
detrás del cristal, parecía que me habían clavado y no me podía separar. Desde
mi posición, podía ver todos los movimientos que dentro se iban siguiendo,
podía parecer que estaba cotilleando, pero solo era fascinación por lo que allí
había. Una prenda, dos, tres infinidad, pero… nada, al cabo de un buen rato,
volvieron a salir, pero como yo había supuesto, aquel caballero, no compró nada
a su esposa, solo le oí decir a la que bajaba el escalón fue “tú estás loca”
vaya precios.
Se alejaron de aquel sitio y
entonces fue cuando yo reaccioné, y sin importarme nada, comencé a andar detrás
de ellos. Volvieron a cogerse de la mano y la señora reanudó la conversación
diciendo con suavidad, tienes razón, es un poco caro pero, habría quedado muy
bien en la boda de tu hermano, que aunque sea la segunda y ya talludito, lo va
a celebrar por todo lo alto.
Pues ya encontrarás algo
parecido en un sitio más acorde con lo que tú eres, pues esto es para gente de
alta alcurnia. No estamos además para estos gastos.
Seguí un buen rato detrás de
ellos y aquel buen hombre no dejó de protestar y de recriminar a su esposa que
esas prendas no eran para ella.
En varios días, no se me fue
de la cabeza la actitud de aquel hombre, como puede ser que con la apariencia
que les veo caminar por las calles, de matrimonio feliz, de unidos, siempre
juntitos, yo hubiese oído la forma tan grotesca de decirle a su esposa, que no
se merecía los objetos de aquella tienda.
Me pregunto a partir de
entonces, cada vez que veo a un matrimonio o pareja en esa situación de
acaramelamiento, si será lo mismo, que esos otros personajes que presencié, si
habrá detrás de ese biombo callejero, las mismas situaciones. Si en lugar de
haber un amor sosegado y tierno debido a la edad, habrá una serie de problemas
que nadie pueda imaginar. Si la dulzura que se aprecia entre ambos, será
simplemente el escaparate de sus vidas. Un escaparate si, tan luminoso y
espectacular como el de la tienda de “Cristian Dior” donde yo pasé aquella
tarde contemplando todo lo que allí transcurría.
Ese escaparate, que muchos
podrán hasta envidiar y que en el fondo es una farsa, una burla hacia la
sociedad que está ignorante de todo lo que se cuece detrás de esas fachadas
impecables. Me pregunto ¿cómo se puede vivir así? con esa apariencia, si a algunas
de las personas que les conozcan les contasen la verdad de sus vidas, no se lo
creerían dirían que es broma, “No puede ser , son un matrimonio intachable,
siempre juntitos a todos los lados, con los hijos, con los nietos” ¡qué mala
sombra tiene la gente y que envidiosa es, en cuanto ven a alguien feliz, hay
que sacarle todos los defectos posibles y calumniarlos hasta la saciedad!.
Pues bien, creo que hay
muchas más parejas en esa situación de las que nadie se pueda imaginar y la
única realidad es que se dejan ver como en un “GRAN ESCAPARATE”.
Pilar Moreno
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